Nuestrocoleribera's Blog
CEIP MELÉNDEZ VALDÉS
CURSO 2010-2011(Segundo trimestre)
Enero 2011
CUENTO VIAJERO
Durante el curso pasado se elaboró un cuento entre todos los alumnos/as de Educación Primaria, al que se hace referencia en la semana del libro 2010, en este blog.Para continuar con este cuento , este año se elaboraron actividades para trabajarlo, recogidas en un cuaderno individual para cada alumno/a y que también se está llevando a cabo por los alumnos/as que cursan Primero de la ESO, autores también de una página del cuento.
Como colofón a este cuento viajero se procedió a su grabación con la coloaboración de la Emisoria de radio Local de Ribera(Radio Ribera), dirigida entonces por Juan Francisco Llano.EL TEXTO DEL CUENTO APARECE A CONTINUACIÓN
Érase una vez, hace millones de años, un planeta llamado Pingüilandia, donde sus habitantes se caracterizaban por ser mitad blanco y mitad negro.
Se trataba de un planeta bicolor, donde sólo existía el blanco y el negro. Sus habitantes no eran del todo felices, ya que dedicaban todos sus esfuerzos a la búsqueda de los demás colores. Conocían su existencia gracias a un libro que habían heredado de sus antepasados: “El libro de los Secretos”. En él se contaba que Pingüilandia había tenido colores, pero debido a un brujo muy malvado, llamado Croquen, los había perdido. Se contaba que este brujo, había encerrado cada color en distintas bolas de cristal que había escondido en lugares diferentes, de ahí, la dificultad de hallarlas.
Entre los habitantes de este planeta, vivían cuatro hermanos con poderes sobrenaturales: Pablo, de catorce años, podía atravesar todo tipo de cosas; Verónica, de doce, congelaba todo aquello que tocaba; Paula, de diez, poseía una fuerza sobrehumana y Sebastián, de ocho, se transformaba en cualquier cosa.
Los cuatro hermanos decidieron reunirse en el bosque de Pingüilandia para hacer un plan de búsqueda de las diferentes bolas de colores.
Pablo y Paula pensaron en ir por un camino diferente al de Verónica y Sebastián. Más tarde Pablo y Paula iban caminando y se cayeron en un agujero profundo y húmedo que resultó ser una trampa del brujo Craquen para que no encontraran los colores.
Después de unas horas de pedir auxilio, Verónica y Sebastián oyeron sus gritos y acudieron en su ayuda.
Sebastián se transformó en escalera y consiguió rescatarlos.
Después de un día de camino encontraron un reflejo en el fondo del río. Resultó ser una bola, entonces Verónica heló el agua del río y Pablo con su poder traspasó el hielo y consiguieron una bola de color azul.
Paula con su fuerza destrozó la bola y hubo una explosión de color azul que iluminó el cielo de Pingüilandia.
Fue una experiencia inolvidable.
Y así, tan satisfechos y contentos estaban, que a la mañana siguiente continuaron con la búsqueda de otros colores.
Caminaron durante días hasta que agotados se sentaron bajo un árbol blanco y negro. Allí sacaron de su mochila “El Libro de los Secretos” intentando encontrar alguna pista, pero sus esfuerzos parecían no servir de nada, hasta que Sebastián intrigado por un pequeño mapa que allí había, decidió transformarse en una enorme lupa y consiguió descifrar el secreto de la “Bola Verde”.
Se encontraba en la copa del árbol más alto en el bosque más frondoso de Pingüilandia.
Cuando al cabo de tres días encontraron el árbol, el brujo Croquen había puesto una peligrosa cobra como guardiana. Entre los cuatro tomaron la decisión de que Verónica congelara el árbol con la cobra y que después Sebastián se transformara en un águila imperial que subiría hasta la copa y alcanzara la bola. Así lo hicieron y desde lo alto la lanzó y todo el bosque se cubrió de verde.
Siguieron andando y encontraron a un viejo leñador con el que se sentaron a conversar.
Resultó que este hombre era pariente lejano del Brujo Croquen, pero no era malo como él. Hablando, hablando los niños le contaron lo que estaban haciendo por el bosque. El leñador recordó que hace tiempo el rayo de una tormenta derribó un árbol de raíz y en ese lugar se abrió un profundo agujero al que se asomó y vio algo que relucía en la profundidad pero que era inalcanzable para él y allí se quedó el extraño objeto.
Se pusieron en camino hacia el lugar por donde el leñador les había indicado y al cabo de varias horas encontraron el agujero. Entonces Sebastián se convirtió en un gran gusano, se metió bajo tierra y después de mucho tiempo apareció con una bola brillante y se pusieron a jugar con ella.
Como Paula tenía tanta fuerza le dio una gran patada y se estrelló contra una montaña y apareció por detrás el sol completamente amarillo y brillante.
Los cuatro hermanos siguieron su aventura en busca del resto de colores perdidos. Caminaban sofocados y cansados porque el sol abrasaba, con su color amarillo brillante.
En el lado opuesto de la montaña vieron a unos montañeros que estaban escalando. Hablaron con ellos y se quejaban del color negro azabache de la tierra, que ensuciaba la parte blanca de su cuerpo. De pronto a Pablo se le ocurrió una gran idea: Sebastián se convertiría en una alfombra que subiera por la montaña y así no se ensuciarían.
Comenzaron a subir por la alfombra y al momento vieron una pequeña cueva, de la que salía un destello luminoso. Pablo recordó que en el libro de los Secretos se hablaba de esta montaña negra y que en ella se guardaba un color. Se desplazó al lado contrario y comenzó a atravesar la montaña hasta la entrada de la cueva.
Cuando llegó a la luz gritó muy fuerte – ¡Mirad chicos, es la bola de color marrón! Contentos por el descubrimiento, animaron a Paula a que estrellara la bola contra una gran roca y como por arte de magia, el suelo, la tierra, las piedras quedaron decorados de distintos tonos de marrón. Felices, marcharon de nuevo.
A los pocos días llegó la primavera. Los cuatros hermanos estaban muy tristes, porque todas las flores que nacían en Pingüilandia eran blancas y negras. Entonces decidieron investigar en el “libro de los Secretos”. Sebastián encontró algo importante: -¡Mirad! ¡He encontrado una pista secreta!, dice que hay escondida una bola de cristal mágica, en una cueva de un oso salvaje, llamado Guliuk. Verónica dijo: ¡Qué bien!, pero tenemos un problema, el oso nos puede atacar.
Pablo contestó: ¡Tengo una idea! Esperaremos a que se haga de noche, y cuando Guliuk se duerma, yo puedo traspasar la cueva y coger la bola. Así lo hicieron, cuando llegó la noche y escuchaban los ronquidos del oso, Pablo atravesó la cueva y cogió la bola mágica.
Al día siguiente, los chicos se llevaron una sorpresa, cuando jugaban al tenis con la bola, Paula golpeó tan fuerte, que rompió la bola, y salpicó a todas las flores de color rojo, y así volvieron a recuperar su bonito color.
Después de tantos días de aventuras, decidieron descansar para admirar tranquilamente los cambios que es estaban produciendo en su querido planeta.
Sebastián se transformó en una avioneta en la que regresarían a su casa. Durante el viaje observaban todo.
- ¡Qué bonito el cielo azul, se refleja en el río! Dijo Verónica.
- ¡Mira esa nubecilla blanca, ahora me gusta más el blanco! Dijo Paula.
Sus padres los esperaban. Entusiasmados les contaron como habían visto colorearse todo a su alrededor y la alegría de la gente.
Comieron y bebieron todos los manjares que les habían preparado para reponer energías. En la fiesta que les hicieron escucharon a las personas mayores hablar de lo bonito que era el arco iris que salía en el cielo cuando llovía y hacía sol.
Ellos nunca lo habían visto. ¿Dónde se esconderían las bolas de colores que faltaban? Se preguntaban todos.
Al día siguiente los cuatro hermanos estuvieron hablando de lo que habían escuchado el día anterior en la fiesta. – ¿Cómo sería el arco iris?, decía Paula, – ¡Me gustaría mucho verlo!, dijo Verónica, – ¿Y si yo me convirtiera en arco iris?, preguntó Sebastián. Esa idea les pareció genial. Así podrían ver todos los colores juntos, incluso los que no habían encontrado todavía.
Al momento apareció en el cielo un precioso arco iris. Los tres hermanos se quedaron asombrados. Nunca habían visto tantos colores juntos. Después de unos minutos todo volvió a la realidad. ¡Había sido fantástico!
Ahora tenían aún más ganas de seguir buscando los colores que faltaban. Así que miraron de nuevo en el “Libro de los Secretos! Para ver si encontraban alguna pista.
“En una feria los encontrarás
dando vueltas sin parar.
Para llegar, tus ojos cerrarás
y muy pronto te sorprenderás
porque te encontrarás en el lugar”
Y ¿Puff! Llegaron a una sorprendente e increíble feria.
¡Guau, qué chuli! – ¿Dónde estamos? –Preguntó Paula.
-Estamos en la feria de la fantasía –Dijo Verónica.
- Ahora ya sólo nos queda montarnos en la noria porque en el libro de los secretos decía que los colores estarían dando vueltas sin parar –dijo Pablo.
-¡Chicos! ¡Chicos acabo de localizar las bolas! Van en las cabinas 8, 5 y 1.
Pero tenemos un problema, Suarpes, el zorro ocupa ya un vagón… dijo Sebastián.
Paula fue la que consiguió alcanzar la bola rosa y la lanzó con tal fuerza que los algodones dulces se volvieron rosa…
¡Qué contentos estaban! Pues ya habían encontrado el rosa, pero los dos colores restantes fueron robados por Suarpes…
Entonces los niños bajaron de la noria y empezaron a dar vueltas por el ferial en busca de Suarpes.
Buscaron en las colchonetas, el canguro, el tren de la bruja…tan cansados se encontraban que decidieron sentarse en un banco.
- Se me han desatado los cordones de la carrera – dijo Pablo.
Entonces al agacharse vio a lo lejos un trozo del antifaz de Suarpes.
- ¡Mirad chicos! –exclamó Pablo, mostrándoles el trozo de antifaz del zorro.
A continuación Sebastián decidió transformarse en un perro y con su olfato seguir la pista del zorro… y el olor les llevó hasta la atracción de los coches de choques.
- ¡Chicos, ahí se encuentra Suarpes con las dos bolas!
Acto seguido los niños compraron su ticket y subieron cada uno a un coche, con el firme propósito de acorralar a Suarpes y robarle las bolas.
A Sebastián se le ocurrió la idea de transformarse en una red gigantesca y colocarse encima de la pista de los coches para que Suarpes no pudiera escapar. Mientras, los demás perseguían el coche de Suarpes. Consiguieron rodearlo y comenzaron a chocarse con fuerza contra él.
Una de las bolas salió rodando por la pista. Los hermanos corrieron a rescatarla, la atropellaron y se rompió. De repente, salió de la bola una nebulosa lila que se dispersó por el aire.
Suarpes, aprovechando que todos estaban ocupados, quería escapar pero quedó atrapado en la red.
El zorro comenzó a expulsar un líquido por la boca que logró romper la red.
Suarpes escapó hasta su guarida, debajo de un extraño árbol de frutos negros.
Los cuatros hermanos lo persiguieron para tenderle una emboscada. Sebastián se transformó de nuevo en escalera y bajaron hasta donde estaba el zorro. Suarpes al verlos se tragó la bola.
Verónica lo congeló y Pablo lo traspasó y le sacó la bola.
La estrellaron contra el suelo y salió un polvillo naranja que inundó todo y tiñó los frutos del árbol de color naranja.
¡Era un naranjo! Hacía sol y de pronto comenzó a llover. En el cielo salió un bonito arco iris con todos los colores. Todos estaban emocionados.
Suarpes escapó del hielo, Paula saltó y lo aplastó. Y del zorro salió el malvado hechicero Croquen, que empezó a reirse con una risa malvada:
-¡Ja, Ja, Ja… no tenéis la tabla de la mezcla de colores
La búsqueda de la tabla de la mezcla de los colores fue muy difícil, todos pensaron en ver otra vez el libro de los Secretos. Después de una larga lectura, Paula vio algo raro, el libro tenía un doble fondo que estaba pegado.
Paula pensó que Sebastián se podría transformar en llama y lo podrían poner debajo del libro y se despegaría, y así lo hicieron, después de unos minutos se abrió.
Allí encontraron un papel con una pista que decía: “Las personas unidas, encontrarán la tabla de las mezclas, que está debajo del ocho”.
Después de una larga búsqueda Pablo se acordó del puente en forma de ocho, que se encontraba encima de la burbuja donde vivía Croquen y fueron. Cuando llagaron, Sebastián se convirtió en submarino y se metieron en el río y bajaron.
Cuando llegaron, Pablo traspasó el submarino y allí estaba enterrado debajo del ocho.
Entró en el submarino y subieron. ¡Ya encontraron todos los colores! Y fueron felices para siempre. FIN
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